Hoy terminé de hacer mis maletas. Mi escritorio ya no tienen ninguna foto, debajo de mi cama ya no hay zapatos, mis aretes ya no están en mi estante y ya no hay ningún pantalón colgado en el closet (ok, locker).
Al empacar solo pensaba en que por favor me entre todo y en que la próxima vez que abriera mi maleta iba a estar en Perú. Pero acabo de terminar de comer y estoy sentada en la mesa viendo mi pequeño cuarto y ahora si estoy con pena. Con Fa hablábamos más temprano de la primera vez que entramos aquí y recordamos lo cansadas que estábamos y que lo primero que hicimos fue gritar que no era tan chiquito como nos lo imaginábamos. Escogimos nuestras camas, empezamos a sacar toda nuestra ropa, hicimos las compras, pusimos el cuadro de Pamela, encontramos por fin dónde y como se prendía la luz del baño y así fuimos creando nuestra casa.
Hemos vivido en Nieuwstraat 7B por 5 meses que parecen años. Gracias a este cuarto conocimos a una de mis personas favoritas en el mundo, Silvana; tuvimos comidas y previos con amigos y pijamadas con las chicas; aprendimos a lavar baños, a trapear y confirmé cuánto odio barrer.
Lo único que puedo pensar ahorita es que puedo volver a La Haya en algún momento de mi vida y puedo (ojalá) ver a algunos de mis mejores amigos de aquí en alguna parte del mundo pero nunca más voy a vivir aquí. Nunca más nos vamos a tener que mirar en el reflejo de la ventana porque no tenemos espejo, no me voy a volver a levantar con olor a la marihuana que están fumando en la calle y nunca más voy a escuchar las campanas de la Iglesia en las mañanas.
Estas últimas semanas me he despido de demasiadas personas increíbles y ahora me toca despedirme de un cuarto increíble. Nieuwstraat 7B <3